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domingo, 8 de febrero de 2009

Darwish, el "poeta de la resistencia palestina"

Intelectual orgánico de Yasser Arafat durante los años 80, es el poeta nacional de la región y una voz mayor de la literatura árabe
Mahmoud Darwish, autoe de "Mural".
Agosto de 2008. Dos semanas después de la muerte de Mahmoud Darwish, se estrenaba en el Festival Internacional de Edimburgo la adaptación teatral de Jidariyya, o Mural, el oratorio para su propia muerte escrito en 2000. Con la dirección de Amir Zuabi y a cargo del Teatro Nacional de Palestina, la obra presenta a un poeta convaleciente, bajo el asedio de imágenes de una historia nacional suprimida y los recuerdos de la plenitud y el exilio sin fin. Se trata de un réquiem en el que intenta negociar un nuevo plazo con la muerte y la ciencia, y su lirismo, acrecentado por el presagio, conjuga al acerbo de la poesía en árabe con el romanticismo europeo. Pertenece a las tradiciones de su país pero también a la literatura universal. Las dos horas de poesía, que nunca se rebajan al melodrama, dejaron a los espectadores ante la potencia de unas valijas de utilería, las del refugiado y el enfermo, las de quien vive en estado de partir. El gran poeta nacional palestino escribió alguna vez: "Mi nación es una maleta. A fin de cuentas, hace ya años que mi nación es sólo lenguaje".
Es difícil concebir desde aquí la inmensa popularidad de Darwish en el mundo árabe. Nacido en 1941 en Birweh, un pueblo al norte de Galilea que fue borrado por las milicias sionistas en su lucha por una patria propia, se dio a conocer por su cercanía con Yasser Arafat y desde entonces estuvo en el centro de la vida cultural palestina. Fue quien redactó la declaración de independencia adoptada por la OLP en 1988, tuvo una actuación protagónica en las primeras Intifada y luego rompió con el partido. Vivió innumerables exilios: en Egipto, Líbano y luego Francia. Alejado de la escena partidaria, se convirtió en "el poeta de la resistencia". En su veintena de libros, traducidos a treinta idiomas (editado en castellano por Cátedra y Pre-textos), reelaboró la identidad histórica de su región pero su expresión se volvió más subjetiva. La poesía de la madurez celebra el bien común de la naturaleza y despliega los temas de la dislocación y el exilio; y sin embargo, no es sombrío. En Mural, las numerosas referencias a los textos sagrados de las tres religiones de Oriente Medio no están jerarquizadas sino que subrayan su rango de mitología y poética, lo que pacifica las tensiones políticas dentro del arco palestino y propone una espiritualidad laica.
Afín al aliento cosmopolita de su amigo, el ensayista Edward Said, nunca llevó una vida de activista de tertulia, aunque sus allegados destacan su elegancia en el vestir. Muchos de sus versos, como Anhelo el pan de mi madre, se convirtieron en canciones y refranes que los niños aprenden en la cuna. En 2002 una audiencia de 25 mil refugiados palestinos llenó un estadio de Beirut para escuchar sus lecturas durante tres horas. Y si bien sus detractores le reprochan viejos versos furiosos ("Desentierra a tus muertos, llévate los huesos y abandona nuestra tierra") y observan que el recorte oficial de su obra solo destaca los poemas más bucólicos, su obra pertenece hasta tal punto a su territorio y es tal la profusión de referencias a la tradición judía, que en 2000 el ministro israelí de Educación Yossi Sarid propuso incluirla en la currícula escolar a fin de destacar "el carácter multicultural de la sociedad israelí".
En julio el poeta, gran fumador en cadena, leyó en Ramallah y partió a hacerse una operación a corazón abierto en Houston. El 9 de agosto falleció en el hospital. No dejó hijos, lo sobrevive su madre. Tuvo un funeral de Estado en la colina de Ramallah, salvas de honor. Las autoridades israelíes abrieron el retén de Beitiniya para que los palestinos de Israel asistieran a las exequias. Las diez mil personas que confluyeron en su tumba, y otras tres mil en el Palacio Cultural, lo oyeron recitar por los altavoces

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